El Estadio y su entorno conforman un monumento concebido como ‘’Puerta de la Ciudad’’, y deben funcionar como una locomotora que tensione y dote de las características de centralidad periférica a las nuevas implantaciones residenciales y de equipamiento. Espacio y entorno no deben entenderse exclusivamente para los deportistas, sino como un lugar simbólico en el que todos los ciudadanos encuentren una posible actividad y atracción que los vincule con un uso permanente en sus vidas cotidianas a partir de su capacidad de ser una parte de la ciudad que mostrar a sus visitantes.
La colocación del Estadio dentro de la parcela libera una gran área de acogida en la zona noroeste de encuentro con la ciudad, facilitando la futura conexión de dos cinturones verdes ya presentes en Zaragoza. Por un lado, el Soto de Cantalobos y actuales riberas del Ebro ya recuperadas y, por otro lado, el Paseo del Canal. Su conexión se llevaría a cabo mediante la prolongación de un corredor verde a lo largo del tercer cinturón en el que la colocación del Estadio no obstruya, sino conecte y engarce para conseguir el cierre del anillo verde entorno a Zaragoza.
El Estadio se concibe como un objeto reconocible, capaz de incorporarse a la memoria colectiva y convertirse en centro de orgullo de una ciudad. Toda la piel, tanto de fachadas como de cubierta, se resuelve a partir de paneles de capa de aluminio procedentes de industrias navales con diferentes colocaciones metalizadas, en tonos blancos y azulados que recogen el reflejo de la luz solar y el paso del tiempo.
Siguiendo trazas geométricas conceptualmente ligadas a las formas de antiguas tracerías mudéjares, dichos paneles son perforados y pixelados con diferentes patrones, de modo que al llegar la noche convierten al estadio en un gran objeto iluminado que irradia luz y atracción al visitante.